Cuando pequeños nuestros primeros maestros son los padres o quienes nos crían, ellos nos enseñan a relacionarnos con el mundo, nos corrigen y entregan sus valores, costumbres, el idioma.
También en la infancia, los profesores son maestros y entregan sus conocimientos, los más importantes son para mí aquellos que me enseñaron a leer y a escribir, a sumar y restar.
Y así durante el transcurso de nuestra vida tenemos maestros que aparecen o buscamos para que nos enseñen algo ya sea una sabiduría espiritual o un conocimiento intelectual. A veces hasta el encuentro más sencillo con alguien puede ayudarnos y entregar una enseñanza sin que sea precisamente un maestro.
En la actualidad, la mayoría de las actividades gira en torno al dinero, existen muy pocas personas que no están motivadas por un afán comercial de enriquecimiento personal y enseñan o entregan sus conocimientos libremente. Encontrarlos es un tesoro, una perla en medio del océano.
Creo que un verdadero maestro es quien enseña, guía a su alumno y que una vez este aprende lo libera de su tutela y lo suelta al mundo, sin apego ni creando dependencia para que el alumno se desarrolle y encuentre el conocimiento, las respuestas, la sabiduría, etc., a través de su propio camino de vida sin influencias.
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