Una nube de humo cubrió el lugar donde estaban las rocas y en medio de ellas, como si estuviera pisando las nubes, el sacerdote descendió hasta llegar al lugar donde estaba temblando de rodillas el muchacho.
¿Qué haces aquí?¿A qué has venido? ¡Habla o muere!-Exclamó con voz severa.
El muchacho impávido, inmóvil de rodillas por el miedo y los poderes mágicos del sacerdote, como pudo alzó su voz diciendo:
-Soy un humilde artesano, sólo traigo herramientas en mi bolso. He venido a buscar la llave de oro para casarme con la hija del señor feudal. Yo no se de armas ni de guerra sólo tengo mis manos que pueden trabajar para usted si a cambio con eso puedo pagar la llave.-
-Si no has venido a pelear te enseñaré como conseguir la llave, ven sígueme.-El sacerdote comenzó a caminar en dirección al templo y el muchacho rápidamente se puso de pié y lo siguió.
Al llegar, el sacerdote mirando al muchacho y con una voz más relajada le dijo:
-Hasta aquí llegarás, cuando estés preparado podrás entrar al templo. Ahora debes trabajar para ese momento, tu entrenamiento comienza ahora. En la cabaña que está junto al templo dejarás tus cosas y dormirás ahí. Mañana debes estar despierto al salir el sol.-
El muchacho fue a la cabaña y cuando miró hacia atrás el sacerdote ya no estaba. Esa noche durmió poco, no sabía bien lo que pasaría, su mente no lo dejaba tranquilo con los recuerdos de su familia y el miedo hacía que se imaginara las más crueles historias. Así se acordó de una leyenda que hablaba sobre el templo, que había sido construido por los antiguos sabios del valle y que guardaba un tesoro lleno de reliquias. También la leyenda cuenta que hubo un sacerdote que se enamoró de una mujer del pueblo y que se volvió loco al saber que ella murió. No se sabía mucho de quienes eran los sacerdotes, vivían como ermitaños sin contacto con el pueblo.
Al amaneces ya estaba listo, comió fruta que había sobre la mesa y agua en un recipiente.
Los primeros rayos de sol comenzaron a entrar por la ventana, entonces la puerta se abrió de golpe. Era el sacerdote con un báculo en la mano.
¿Cómo te llamas muchacho?
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