viernes, 17 de enero de 2014

Las puertas de oro (3º Parte)

Me llamo Gabriel. Murmuró el muchacho sorprendido por la pregunta.
El sacerdote,Bueno ahora tomarás la semilla que hay en ese saco junto a la puerta y con las herramientas que dejé junto a la cabaña prepararás la tierra y la sembrarás hoy.
Gabriel tomó el saco y sin preguntar nada fue a realizar la tarea encomendada.
El sacerdote aparecía y desaparecía durante el día, sin embargo observó como el muchacho labraba la tierra  y sembraba la semilla.
Cuando terminó se apareció ante el muchacho y le dijo:
-Has terminado tu trabajo, para comenzar tuviste que labrar la tierra; abrirla y dejarla preparada para recibir la semilla. Sacaste la maleza e hiciste los surcos con gran trabajo. Después colocaste la semilla con delicadeza sobre su nuevo hogar, la tierra acoge la semilla y la guarda para que germine.Y así la cubriste  para que se inicie un nuevo ciclo.-
-Sólo falta agua y aquí en este lugar no hay mucha- Comentó Gabriel
El sacerdote, sin decir nada levantó un brazo y con el dedo índice señalando el cielo del atardecer se quedó ahí inmóvil, concentrado mirando al horizonte. De pronto las nubes comenzaron a concentrarse y se tornaron grises, una fresca brisa movía la túnica del maestro y las hojas de los árboles comenzaron a volar formando espirales alrededor de él.  Al cabo de unos minutos una leve llovizna caía sobre ellos mojando todo a su alrededor.
El sacerdote se incorporó e hizo una señal al muchacho para que se guarecieran en la cabaña, ahí ambos miraban como las delicadas gotas humedecían la tierra.
El sacerdote le dijo a Gabriel:
No hay magia si no crees en lo que haces y la magia no es mas que usar las leyes del universo en lo que haces.

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