miércoles, 15 de enero de 2014

Las puertas de oro (cuento) 1º parte.

El templo se ubicaba en lo más alto de la colina en medio de un fértil valle, justo en posición para que las grandes y pesadas puertas de oro se iluminaran con los primeros rayos de sol del solsticio de verano. El edificio era custodiado por el sacerdote guardián de la llave de oro la única capaz de abrir la cerradura que mantenía aseguradas las puertas.
A veces cuando el sol tocaba de soslayo las doradas puertas los destellos amarillos podían verse desde lo más lejano del valle. Muchas  veces guerreros y bandidos de los más alejados lugares llegaron para adueñarse del oro, pero todos fracasaron ya que el sacerdote invocaba las fuerzas de la naturaleza, usaba la alquimia y su habilidad con los ingenios de guerra para repeler cualquier ataque.
Un día el señor feudal del valle decidió hacer un concurso entre los aldeanos para encontrar a algún valiente que pueda derrotar al sacerdote y traer la llave de oro junto con los tesoros del templo. Como recompensa ofreció a su hija en matrimonio y la sucesión del trono para quien conquiste el templo.
Muchos se presentaron frente al señor feudal y todos fueron uno tras otro en busca de la llave. Entre el grupo había un humilde artesano que llamó la atención del señor feudal. Y señalando con su mano preguntó:¿Quién eres tú?
-Soy un artesano mi señor, transformo con mis manos los materiales de la tierra, usando agua, aire y fuego.-
El señor feudal rió a carcajadas, luego con voz severa dijo:
-Tus artes no son suficientes para ganar una guerra ni siquiera una batalla como esta, vete a tu casa o ve a morir si no aprecias tu miserable vida.-
El muchacho sin decir palabras hizo una reverencia y comenzó el viaje al templo.
Cuando llegó a la sima de la colina, todos quienes habían enfrentado al sacerdote estaban muertos. El templo se veía vacío y no había señales del sacerdote. El muchacho al ver tan macabro espectáculo tembló de miedo, de pronto unas grandes rocas que estaban en el camino comenzaron a vibrar, un trueno y un relámpago anunciaban que el sacerdote se acercaba, cada vez el miedo del muchacho se hacía más y más intenso.


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