miércoles, 22 de enero de 2014

Las puertas de oro (7º Parte)

Estando así, ensimismado mirando el río, Gabriel poco a poco comenzó a escuchar el ruido de una carreta que se acercaba lentamente hacia él. Cuando pudo verla notó que era conducida por un anciano. El ruido se hizo más y más fuerte hasta que llegó al puente, ahí el viejo dirigiendo la mirada al muchacho preguntó:
¿Este es el camino al pueblo?
-Si este es, sígalo no hay otro-. Respondió Gabriel con una voz que derramaba melancolía.
-Gracias, pero ¿Que te pasa?¿Te sientes mal?¿O estas perdido y no sabes a donde ir?-Preguntó el anciano con una voz pacífica.
El muchacho sollozando y con voz triste contestó:
-No se donde ir, si volver a casa de mi familia o seguir con mi maestro. Extraño lo que dejé. Estoy confundido  y no se que hacer. ¿Te ha pasado algo así?-
Escuchame bien, yo no se de maestros así que no puedo decirte nada de eso. Yo sólo se lo que he vivido y sobre las cosas que he hecho o dejado de hacer, risa y llanto, dolor y felicidad todo eso lo he conocido. Soy un viejo como ves y aun a pesar de mis años sigo eligiendo lo que tengo que hacer. Mira yo no te diré lo que tienes que hacer, pero si has estado en la ciudad has conocido el ruido que existe y a pesar de aquello aun puedes escuchar si pones atención el canto de un pájaro cerca de ti. Muchacho, que tu cabeza con su ruido mental no oculte el dulce sonido de tu corazón. Gracias por indicarme el camino, espero que tu encuentres el tuyo.
Gabriel miró como se alejaba la carreta y el ruido se iba haciendo cada vez mas suave hasta que desapareció junto con el viejo.



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