Cuando llegó a la cabaña, encontró sentado en una silla junto a la mesa al sacerdote apoyaba su mano derecha en un báculo y la izquierda sobre la rodilla. El anciano lo miró al llegar y le dijo:
-Gracias-
El muchacho un poco desconcertado enseñó a su maestro el contenido del morral. El aroma de los frutos silvestres, las hierbas y los hongos inundó la pequeña cabaña de muros de piedra.
El anciano se levantó y tronando los dedos, encendió el fuego de la chimenea. Tomó un par de hongos agregó unas papas y zanahorias que tenía sobre la mesa y las echó a hervir en una gran olla con agua que estaba colgando sobre el fuego. Al calor del fuego, el anciano habló:
-Las personas pueden ayudarte en tu crecimiento, siempre encontrarás alguien que ha compartido tus mismas inquietudes y compartiendo con ellos puedes nutrir tu espíritu. No sólo con llenar tu estómago creces.-
El muchacho sorprendido y a la vez con una curiosidad infinita por saber cómo se enteró de aquel anciano en el camino, preguntó:
-¿Pero si yo no se con quién me encontraré, cómo puedo estar preparado?
Si vives en alerta sólo por tus pensamientos sin considerar todo tu ser hasta la última fibra de tí, nunca estarás preparado y sólo vivirás encerrado en tu jaula mental. El conocimiento y la sabiduría útil que te servirá en todo lo que hagas no proviene de una mente obnubilada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario