sábado, 19 de octubre de 2013

Pequeña experiencia haciendo clases

Este año tuve la oportunidad de hacer clases en un instituto de educación superior. La experiencia en resumen fue positiva en cuanto pude darme cuenta de mis debilidades para comunicar a otros los conocimientos técnicos que tengo. Por otra parte, también me pude vivir la frustración que reviste el hecho de hablar a un grupo de personas cuya atención no se concentra en los conceptos que se exponen siendo las distracciones más potentes.
En contraste con lo que viví siendo alumno, en ese entonces existía un deseo por aprender y quienes no lo tenían simplemente no iban a clases ya que eran de asistencia libre. Donde fui docente, la asistencia era obligatoria y la puerta de acceso no se abría desde afuera (sólo usando una tarjeta que poseían los docentes) una vez que esta se cerraba. Por lo tanto era obligatorio asistir a las clases por temor a ser reprobado por inasistencia. Este hecho provocaba que alumnos sin ningún interés estuvieran amarrados a ir y aburrirse de paso interrumpiendo al resto que si estaba prestando atención.
Lo que más me impresionó es la nula empatía de algunos con el resto de las personas, también el hecho que estuvieran obligados a asistir, además de la carencia de libros o textos de estudio que contrastaba con las adornadas fachadas de edificios y la propaganda multimedial del instituto.
Otra cosa fue la petición del director de la carrera, que solicitó a todos los docentes disminuir la tasa de deserción. Al final los alumnos son como objetos que se traducen en dinero que mantienen el sistema funcionando.
Finalmente una de las enseñanzas que aprendí es que mi responsabilidad en este traspié fue no motivar adecuadamente a todos haciendo una clase que sólo transmitía conocimientos sin un buen feedback.

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