Es fácil darnos cuenta de nuestras diferencias, constantemente estamos comparando cosas y a nosotros mismos con los demás es hasta cierto punto algo inevitable.
Más que buscar una lista interminable de cosas que nos diferencian es importante darse cuenta que es lo que nos une a todos como humanidad, aquello que trasciende la diferencia y es común a todos.
Sin lugar a dudas es nuestra capacidad de amar y a través del amor expresar las más bellas virtudes de nosotros, amando lo que hacemos podemos transformar todo lo que tenemos para embellecer el entorno.
El científico Humberto Maturana dice que "somos seres amorosos" y como no serlo si esta capacidad que tenemos es innata, nacemos con ella y debemos cultivarla a medida que crecemos. Así como nos desarrollamos como individuos también tenemos que aprender a amar y este aprendizaje comienza amándonos a nosotros mismos, en el momento que nos damos cuenta que en nuestro corazón existe el amor y que es tan grande que hace imposible no compartirlo. Encontramos felicidad cuando hacemos las cosas por amor desde lo más sencillo hasta lo más delicado o complejo.
En el mundo actual que vivimos todo nos juega en contra, la sociedad atomiza cada vez más y más a las personas y nos educan con creencias individualistas centradas en el consumo de bienes materiales, nos hacen partícipes de un modelo económico que se apodera de nuestra voluntad para, por medio de la publicidad, inundarnos con necesidades inútiles.
Salir de la trampa que nos tiende la sociedad no tiene que ser sinónimo de abrazar ideales antisistémicos o volverse ermitaños, sino más bien usar como plataforma los medios disponibles para el crecimiento espiritual, aprovechar "lo útil".
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